Junio, ese mes que cambia la luz (y algo más)

Junio llega sin hacer ruido.
No como enero, que entra con promesas, o septiembre, que parece exigirnos propósitos.
Junio simplemente… aparece. Con días más largos, con la luz que se cuela antes por la ventana, con una sensación de “algo cambia” aunque todavía no sepamos bien qué.
A mí junio me despierta algo.
Tal vez porque es el mes en el que nació mi madre.
Y para mí, eso ya lo hace especial.
Siempre me ha parecido una mujer fuerte y dulce a la vez. De las que sostienen, de las que empujan sin agobiar, de las que están incluso cuando no se nota.
Junio tiene un poco de eso. No grita, pero acompaña. Te prepara. Te lleva.
El mes en que empieza a sobrar el abrigo (y alguna otra cosa)
No sé tú, pero yo en junio empiezo a hacer limpieza. De armarios, de papeles, de pendientes que ya no van conmigo.
Los jerséis gordos se despiden, algunos con nostalgia, otros con alivio.
Las camisetas de tirantes reaparecen como si no hubieran pasado los meses.
Los vestidos finos ocupan su lugar otra vez, flotando al andar.
Las botas se van a hibernar tranquilas, mientras las chanclas… bueno, las chanclas cobran vida de nuevo, como si llevaran todo el invierno planeando su gran regreso.
(Ah, y por cierto, si necesitas unas nuevas con diseño bonito y diferente… en la tienda hay algunas que quizás te hagan sonreír. Solo por si acaso.) 😄
Y con ese cambio de ropa, también cambian otras cosas. Cambia el cuerpo. Cambia el ánimo. Cambia el ritmo.
Junio tiene esa energía: de transición suave, de “ya casi”, de “todavía no estamos en verano, pero casi que sí”.
Un mes sin exigencias, pero con posibilidad
No es un mes que te pida nada.
No te lanza al vacío como enero, ni te empuja al sprint final como diciembre.
Junio te da espacio.
Y cuando una se da el permiso de ir más lento, pasan cosas.
Ves detalles. Te fijas más. Respiras de otra manera.
Hay algo en este mes que invita a mirar alrededor y preguntarte:
¿Qué quiero cambiar? ¿Qué quiero conservar? ¿Qué ya no necesito?
No para hacerlo todo de golpe. Sino para empezar a intuir.
Junio no es para decisiones drásticas. Es para sembrar dudas bonitas.
Una casa que se aclara y un pensamiento que se ordena
En estos días me da por abrir las ventanas más tiempo.
Por cambiar las fundas de los cojines. Por limpiar estanterías. Por sacar las bolsas de ropa de verano y reencontrarme con prendas que me traen recuerdos.
Hay algo de ritual en eso.
No como obligación, sino como gesto propio.
Porque cuando el entorno cambia, yo también me recoloco un poco.
Me encanta que la decoración acompañe esa transición. Una lámina más clara. Una fotografía que habla de luz. Un cambio mínimo que me recuerda: estás en otra etapa, aunque no lo parezca.
Y tú, ¿cómo recibes junio?
¿Te gusta? ¿Te agobia? ¿Te pasa desapercibido?
¿Cambias cosas en casa? ¿En ti?
Cuéntamelo.
Me encantará leerte en los comentarios.
Porque junio también es eso: un mes para compartir cosas sin prisa, sin estructura.
Un mes para mirar hacia dentro, pero con luz natural.