Pausa

Pausa

.Esa pausa entre cosas: cuando parece que no pasa nada, pero pasa todo………..

Toda mi vida he estado rodeada de personas que saben aprovechar el tiempo. Mi madre, por ejemplo, no para nunca. Siempre encuentra algo que hacer: limpiar, organizar, arreglar algo, preparar comida para más de una ocasión. Su manera de estar en el mundo es moverse, resolver, estar activa. Y claro, una crece pensando que estar quieta es perder el tiempo.

Yo también funcionaba así durante mucho tiempo. Si no estaba haciendo algo “productivo”, me sentía mal. Como si quedarme quieta fuera un fallo. ¿Descansar en el sofá sin hacer nada concreto? Culpa. ¿No tener planes para el día? Incertidumbre. ¿No producir? Fracaso.

Pero un día entendí algo: no hacer nada no significa que no esté pasando nada.

La pausa como espacio de vida

Hay momentos entre una cosa y otra. Entre una obligación y otra. Entre una emoción y otra. Son esas pausas que no tienen nombre, no salen en la agenda, pero están ahí. Y durante mucho tiempo yo intentaba llenarlas. Con tareas, con llamadas, con compromisos, con cualquier cosa.

Hasta que aprendí que la pausa también es parte del ritmo. Que parar no es estancarse. Que hay silencios que no son vacíos, sino espacios para retomar, para respirar, para dejar ir.

No todo descanso es pasividad

Yo lo confundía. Creía que si no estaba activa, estaba perdiendo el tiempo. Pero hay pausas que están llenas de sentido. Como cuando terminas de limpiar toda la casa y simplemente te sientas con una taza en la mano. O cuando acabas una semana de trabajo y no tienes plan ni ganas de tenerlo. O incluso cuando te levantas un sábado y decides que no vas a quedar con nadie porque tu cuerpo y tu mente te piden estar contigo.

Ahí también pasa la vida. En lo pequeño. En lo no urgente. En lo invisible.

Pausa no es huida. Pausa es presencia.

He aprendido a respetar esos momentos. No solo cuando me siento inspirada, sino también cuando no tengo nada claro. Cuando hay un espacio entre etapas. Entre certezas. Entre acciones.

No hay necesidad de correr todo el tiempo. Y si lo piensas, muchas cosas importantes nacen del descanso: una idea, una reflexión, una decisión que no podías ver antes. Pero para que eso ocurra, necesitas darte permiso. Dejar de apretar. Soltar.

Cosas que parecen pequeñas, pero no lo son.

Tomarte un café mirando por la ventana. Estar tumbada sin mirar el móvil. Cancelar un plan porque simplemente no puedes más. Decidir que hoy no vas a limpiar, ni a resolver nada, ni a hacer llamadas.

Esas decisiones también son valientes. No van a portada de nada, pero transforman por dentro. Son pausas necesarias. Momentos de escucha. Y muchas veces, de claridad.

Mi palabra favorita

Hay una palabra que se ha convertido en refugio para mí: pausa. Porque no es un adiós ni un abandono. Es un espacio para volver a ti. A veces para retomar algo con más fuerza. A veces para soltarlo definitivamente. Y otras, simplemente, para respirar.

Pausa no suena a huida. Suena a cuidado. A respeto. A tiempo.

En resumen…

No hacer nada no es no vivir. A veces es justo lo que necesitamos para reconectar con lo que importa. Para dejar que las cosas maduren por dentro. Para que una emoción se acomode, o una idea se asiente, o una decisión respire.

Y aunque crecí creyendo que cada minuto debía ser aprovechado al máximo, hoy sé que el descanso también cuenta. Que la pausa también forma parte del camino. Que entre una cosa y otra… también estoy siendo.

Así que si hoy estás en medio de algo —sin claridad, sin planes, sin ganas— tal vez no estás perdido. Tal vez estás simplemente en pausa.
Y eso, créeme, también es estar en el camino.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *